lunes, 20 de octubre de 2014
CAPITULO 34
Cargándola de regreso a su cama, la recostó gentilmente.
Se cernió sobre ella, sus dedos persistentes sobre los botones de su blusa. —¿Cómo está tu hombro?
Levantando la mirada, sus mejillas enrojecieron. —Arde un poco y es frágil al moverse, pero en serio, estoy bien.
—Bien. —Hizo un rápido trabajo con los pequeños botones,
separando el suave material. Deslizando un brazo bajo su espalda, la levantó, y cuando ella descansó contra él, provocó que extrañas cosas sucedieran con su corazón—. Esperaré hasta que te mejores. Las cosas que quiero hacerte…
Cuidadosamente, quitó la camisa de su hombro, deslizándolo sobre el pequeño vendaje cubriendo el parche.
Tirando el material a un lado, llevó sus manos a su espalda, desabrochando su sostén, y dejando un beso e un lado de su cuello.
—¿Es así como cuidarás de mí? —preguntó.
—Una de muchas. —Recostándola, se inclinó sobre ella, abrumado por la manera que lucía en su cama, solo en bragas. Comenzó a cubrir su pecho, pero atrapó sus brazos, llevándolos a sus lados—. Eres completamente hermosa.
No hay razones para que te escondas.
Un sonrojo viajó por su garganta y sobre su pecho. Sus pezones se tensaron bajo la intensidad de su mirada. Él sonrió y luego bajó su cabeza, paseando su lengua por cada pezón antes de introducir uno en su boca.
Su gemido reverberó a través de su cráneo, un erótico coctel que hizo su deseo casi doloroso.
Sus caderas se doblaron inquietantemente, capturando su atención.
Sonriendo, besó un camino hasta su vientre, mordiendo y lamiendo mientras continuaba. Para el momento que quitó sus bragas, ella estaba lista para él. Lamió su dulce entrepierna, gimiendo ante el sabor que llevaba ansiado desde ayer. Escarbando con su lengua, él la observó.
Sus labios estaban abiertos, y sus pechos subiendo y bajando seductoramente. Cuando su lengua rodeó su clítoris, su cabeza cayó contra la almohada y un suave gemido se escapó de sus rosados labios
—Maldición —gimió, sus ojos fijamente en su rostro. Su cuerpo dolía por estar dentro de ella. Había una buena posibilidad de que perdiera su fuerza sin siquiera quitar los botones de su pijama. La liberación ardía a través de él, ya en el umbral de un orgasmo. Nunca había estado tan caliente por una mujer. Nunca se había preocupado jodidamente mucho.
La palabra con A se formaba en sus pensamientos, y no lo espantó.
No lo hizo querer correr por las colinas gritando; sino que le hizo querer marcarla, reclamarla. Lo hizo querer complacerla y escucharla decir esas palabras.
¿Cuándo había comenzado? No lo sabía. ¿Fue en el momento que ella cruzó las puertas en Cuero & Encaje, o más atrás, cuando había llegado a la casa por primera vez? ¿O fue la primera vez que gritó, viniéndose en sus brazos? Pudo haber sido en el paseo a cenar, o en su oficina, su dulce trasero en su escritorio. ¿Tal vez fue cuando abrió sus
ojos en el hospital, preocupada por no estar usando bragas? ¿Anoche, cuando finalmente se había acurrucado contra él? O justo ahora, dirigiéndose a ella, finalmente viéndola vulnerable.
Todos sus hermanos se habían enamorado fuerte y rápido, entonces, ¿por qué él sería diferente? Honestamente, no le importaba en que momento había ocurrido.
Pedro deslizó un dedo en su humedad, y fue recompensado con un gemido. Inhalando profundamente y poniéndole un freno a la manera que sus caderas inconscientemente siguieron los movimientos de sus dedos, disminuyó la velocidad. Estaba cautivado por el parpadeo de emociones agitando su rostro y atraído por la manera que meneaba sus
caderas, persuadiéndole más profundo y más rápido.
—Por favor —dijo—. Pedro, por favor.
Situándose entre sus muslos, dejó salir un cálido respiro sobre su clítoris, y gritó. —Estoy justo aquí —dijo.
Sus respiraciones eran entrecortadas. —No.
Pedro se congeló entre sus muslos. —¿No?
—No quiero eso —dijo, abriendo sus ojos y llevándolos a su rostro—. Te quiero a ti.
—Me tienes.
Una sonrisa atravesó sus labios, completa y absolutamente cegador.
Era el hombre más suertudo al poder recibir algo tan malditamente maravilloso. —Te quiero a ti en mí.
Santa mierda, ¿la escuchó bien? Era como haber ganado la lotería, y no creerlo. —¿Estás segura?
Mierda. Escúchalo. ¿Estás segura?
Ella humedeció sus labios, y luego gimió. —Completamente.
Por unos segundos, no se movió, y entonces saltó de la cama más rápido que cualquier hombre alguna vez se haya movido, desabrochando sus botones incluso más rápido. Se dirigió al buró, y agarró un paquete de aluminio, arrojándolo a la cama junto a ella.
Una susurrante risa salió de Paula. —¿Emocionado?
—No tienes idea
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Hermosos los 2 caps Carme!!!!
ResponderEliminarwow buenísimo!!!
ResponderEliminarMuy buenos los 2 capítulos! Me encanta q Pau vaya aflojando!
ResponderEliminarGuauuuuu ¡ se viene en momento culminante !¡ ;)
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