miércoles, 22 de octubre de 2014
CAPITULO 38
Reconociendo la voz de Patricio, se congeló en el comedor.
La puerta estaba allí mismo, y un segundo después, vio a Pedro pasar a través de la cocina, sin camisa, pantalones de pijama colgando bajo, llevando un sartén.
Querido señor, se veía caliente llevando un sartén.
Está bien. Enfócate. Lo caliente que se encontraba Pedro no era la preocupación en ese momento. Como llegar al piso de arriba sin ser vista lo era.
—He estado muy ocupado —respondió Pedro secamente—. Y escuchaba tus mensajes. No era nada importante. No como algo que tuviera que ver con tu boda o cualquier cosa. Ninguno murió.
—No jodas, idiota. —Patricio apareció a la vista, entando a la cocina — oh dios, la mesa de la cocina.
Imágenes de lo que habían hecho en esa mesa asaltaron el cerebro de Paula. Tenía que salir de allí, pero se quedó clavada en el suelo. Un ruido incorrecto, y Patricio la vería en la ropa de su hermano y bueno, esa mierda seria incómoda.
—Ni siquiera has estado respondiendo a las llamadas de Pablo — Acusación zumbó en el tono de Patricio, y Paula frunció el ceño—. Y deberías haberlo hecho.
—¿Por qué? —apuntó Pedro, deteniéndose frente a su hermano, cruzando sus fuertes brazos. De pie uno al lado del otro, Pedro era el más musculoso y alto de los dos, pero era fácil ver el parecido. El mismo pelo oscuro, pero el de Patricio era más corto, desordenado y puntiagudo.
Sus perfiles era casi idénticos —amplios pómulos, mandíbula fuerte—. ¿Déjame adivinar? ¿Él es como tú y no sabe cuándo ocuparse de sus propios asuntos?
Pedro ladeó la cabeza hacia un lado. —Eres nuestro hermano, y por consiguiente es nuestro asusto.
—Mentira.
—Así es como tú nos has tratado.
—Cuando tenías dieciséis putos años. —No había calor real en las palabras de Pedro, pero Paula se sintió como una intrusa.
Bueno, obvio, lo era, y realmente necesitaba sacar su culo de ahí.
—Tecnicismos. —Patricio le lanzó la sonrisa que hacía a las mujeres en todo el país bajar sus bragas, aun cuando ahora solo se interesaba en las bragas de una sola mujer. El jugador de béisbol suspiró—. Hombre, definitivamente algo está pasando. Pablo dijo que no irías a jugar cartas anoche…
—Ah, ¿los niños pequeños extrañan a su hermano mayor?
—Tal vez
Pedro sonrió. —A veces creo que ustedes dos tienen en pleno funcionamiento sus vaginas. —Paula apretó sus labios.
—Vete a la mierda. —Patricio estiró las piernas y cruzó los tobillos—. En serio, deberías hablar con Pablo.
Pedro suspiró. —Mira, lo que estoy haciendo no es…
—Mariana está embarazada, idiota.
La boca de Paula se abrió en el mismo segundo que la de Pedro lo hizo. Él dio un paso atrás, y solo la mitad de él se veía. Sus brazos cayeron a los costados. —No jodas.
—Sí, es por eso que te ha estado llamando. Quería compartir las buenas noticias y esa mierda. —Patricio golpeó sus palmas sobre la mesa.
Una pequeña sonrisa apareció—. Sus padres van a matarlo, pues ni siquiera están comprometidos todavía.
—Pablo eligió el anillo. Sabes eso. Esperó el momento adecuado o algo así. —Hubo una pausa—. Supongo que esperó demasiado tiempo.
—Sí, pero, ¿ellos no saben eso? —Se echó a reír Patricio—. Debo admitir que estoy tan ansioso por presenciar esa conversación con el señor Gonzales.
—Va a comerse a Pablo vivo.
—Sí. —Patricio sonrió.
Otro momento de silencio. —Hombre, cuando Pablo estuvo aquí la última vez dijo que pensaba que Mariana tenía gripe.
Guau. Esto es… no se ni que decir. —Sorpresa y felicidad genuina llenaban la voz de Pedro—.¿Pablo va a ser papá?
—Nosotros vamos a ser tíos.
—¿Tío? —Rió Pedro—. Hombre, eso es muy muy impresionante.
Allí de pie, escuchando cosas que no tenía que escuchar, Paula sintió esta… esta profunda agitación en su pecho, y esta necesidad de unirse a los chicos, para felicitarlos y envolver sus brazos alrededor de Pedro. Quería ser parte de su felicidad, porque quería compartirla con él.
Oh, Dios.
No podía negar lo que sentía.
La sangre se drenó rápidamente de su rostro. Las paredes que la rodeaban parecían moverse, presionándola. El techo tenía que haber descendido varios metros, porque sentía que no podía mantenerse erguida.
Presión reprimiéndose sobre su pecho. ¿Tenía un ataque al corazón? Oh no, era algo mucho peor que eso
Estaba enamorada de Pedro Alfonso.
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