jueves, 9 de octubre de 2014

CAPITULO 9



Tantas emociones diferentes se arremolinaban a través de Paula mientras se sentaba en su sala de estar, mirando a Pedro estudiar minuciosamente las cartas en su cocina. Ira. Frustración. Miedo. Se mezclaban juntas, haciéndola pasar de furiosa a aterrorizada en segundos, y dándole un feroz dolor de cabeza.


Alguien estuvo en su apartamento.


Su corazón cayó con ese pensamiento. ¿Cuándo? ¿Mientras fue a buscar a Pedro o antes de eso? ¿Cuántos días podrían haber pasado sin que ella lo supiera? Mejor dicho, ¿cómo alguien se entró en su apartamento?


—¿Por cuánto tiempo has estado recibiendo éstas? —preguntó Pedro, atrayendo su atención.


Se quitó las gafas, colocándolas sobre la barra. El reloj de la cocina decía que era más de medianoche y sus ojos se sentían llenos de arena. — Desde hace aproximadamente un año.


—¿Alguna idea de quién podría ser ? ¿Un ex novio?


Una risa seca se le escapó. —No.


—¿Nunca has tenido un ex novio?


—No alguno que en el último par de años me odie. —La mirada de incredulidad en su rostro la irritó—. Todas mis rupturas han sido amistosas.


—¿Maridos?


—No —dijo ella.


—¿Novias?


Paula rodó los ojos.


Una breve sonrisa apareció en el rostro de Pedro, y ella se sorprendió al verlo. Algo le dijo que mucha gente probablemente vivía toda su vida sin ver esa sonrisa. —¿Qué pasa con los clientes?


Frotándose las sienes, ella negó con la cabeza. —Ha habido gente... molesta conmigo en el pasado.


Pedro resopló.


Levantando sus pestañas, Paula sintió una réplica desagradable formándose en la punta de su lengua, casi inusual, pero murió antes de que pudiera abrir la boca. Sus miradas se encontraron, y ella pudo recordar fácilmente lo mucho que Patricio había odiado su existencia. No había duda de que Pedro sentía lo mismo por asociación. Le molestaba.


—No soy una persona terrible —dijo en voz baja—. Sé que es difícil de creer.


Él parpadeó. —No he dicho que lo fueras.


—Me tomo mi trabajo en serio —continuó, tomando una respiración superficial. Cuando volvió a hablar, su voz era ronca—. He construido una reputación estelar en un tiempo muy corto. Y si eso significa que tengo que hacer que las personas hagan lo que no quieren hacer y me odien por ello, que así sea. Pero al final, todo el mundo, absolutamente todos, quedan en una mejor posición después de que los dejo.


Algo brilló en su rostro, y luego miró hacia otro lado, un músculo moviéndose a lo largo de su mandíbula. —Obviamente alguien no se siente de esa manera.


Un viejo y familiar dolor atravesó su pecho ante esas palabras. Paula amaba su trabajo y era todo para ella, pero a veces la obligaba a hacer cosas que no quería. Durante su corta carrera, lastimó y utilizó personas.


La mayoría pensaba que era apática acerca de todo, pero eso no podía estar más alejado de la realidad. Las cosas que tenía que hacer la mantenían despierta por la noche. Como publicista, hubo momentos en los que tuvo que escalar sobre la suciedad y arrastrar a sus clientes fuera de ella, asegurándose de que ellos salieran completamente brillantes. Eso no era fácil. Y algunos de sus clientes no querían ser arrastrados.


Mirando a Pedro, supo en lo más profundo de su alma que esto era algo que probablemente tenía en común con él. 


Parecía que había cosas oscuras en su pasado, cosas que tuvo que hacer sin arrepentirse, pero deseado que no hubieran sucedido.


El arrepentimiento y desear algo más eran dos cosas muy diferentes.


—Lo mejor que puedes hacer es escribir una lista de personas que piensas que pueden tener una razón para ir tan lejos. —Él recogió las cartas, colocándolas en el archivo—. Puedo hacer algunas verificaciones de antecedentes una vez que obtenga la lista. ¿Te importa si me quedo con estos?


—¿Entonces esto significa que trabajarás para mí?


Él la miró fijamente. —En primer lugar, no trabajo para nadie.


Necesitaba un trago fuerte para tratar con él. —Está bien. Mala selección de palabras o lo que sea, pero necesito que se haga algo más que revisar antecedentes. He aceptado un trabajo con una firma local que trabaja con políticos y compañías…


—¿Básicamente, hacer control de daños? —Preguntó, sonando genuinamente curioso.


—Es una manera de verlo, pero es más que eso. Es trabajar con los medios de comunicación, programar eventos y preparar entrevistas, además de prevenir problemas antes de que ocurran. —Emoción vibraba a través de ella, y se sentó un poco más erguida—. Es una gran oportunidad. No voy a tener que viajar tanto o hacerle frente a tanta, bueno, gente loca. Sin ánimo de ofender, pero jugar a ser niñera para gente como tu hermano no es tan divertido como se podría pensar que es.


—Sin ánimo de ofender aceptado —comentó secamente.


—De todos modos, no puedo tener algo que interfiera con esta posición. No hay absolutamente nada peor que un publicista con drama.
Además, voy a estar en torno a personas importantes, y no puedo ponerlos en peligro si este imbécil intenta algo. Necesito a alguien que pueda mezclarse cuando estoy en público, por si acaso, y ser discreto. Nadie puede saber de esto.


Dejando caer los codos sobre el mostrador, se inclinó hacia adelante.


—Contratar a un miembro de CCG Seguridad no es barato, Paula. Estás hablando de horas extras, que es el doble, y viajar si es necesario.


—Lo sé y... y he hecho un buen dinero. Puedo pagarte. —Ella apretó los puños, moviéndolos hacia su regazo. Odiaba estar en esa situación, tener que depender de alguien. Habían pasado muchos años desde que tuvo que hacerlo—. ¿Así que vas a tomar el trabajo?


La mirada azul profundo de Pedro se volvió pensativa. —Escribe una lista de las personas y permíteme comprobar algunas cosas primero.


Esa no era la respuesta que buscaba. Irritación enrojeció su piel, pero luchó contra el impulso de demandar un sí o un no.


Él debió haber sentido su frustración porque sus labios se
levantaron en las esquinas. —Mira, es posible que no tengas que contratar a alguien. Si podemos rastrear quién es, una llamada telefónica puede ser suficiente para asustarlo. Nueve de cada diez veces, la gente tira este tipo de mierda porque piensan que no van a enfrentarlos. Se esconden detrás de basura.


Esperanza se desató en su pecho. —¿Incluso personas que
destrozan coches y entran en apartamentos?


—Sí.


Quería creerlo más que nada. Las cosas serían mucho más sencillas.


—¿Incluso alguien que me ha seguido la pista por todo el país?


—No sabes si la persona te siguió. Él podría estar aquí por negocios o lo que sea. Y es más fácil de lo que piensas encontrar la dirección de alguien. En realidad, probablemente lo sabes.


Ella bajó la mirada mientras las palabras no dichas colgaban entre ellos. Sabía lo fácil que era. Después de todo, había rastreado a Barbara pagando unos pocos dólares en un sitio web. Sólo hacía falta el nombre de alguien, y bam, su dirección y cualquier otra información personal se encontraban a su alcance.


Antes, nunca consideró cómo alguien se sentiría, o cuán
increíblemente espeluznante era cuando sacaba esa mierda.


—Soy extraña —murmuró.


—¿Qué? —Se rió.


Sacudiendo la cabeza, se inclinó y tomó una libreta y un bolígrafo. —Nada. Dame unos minutos y te daré una lista.

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