miércoles, 8 de octubre de 2014

CAPITULO 5



La garganta de Paula quemaba mientras se abría paso a través de la planta del club lleno de gente. Incluso si no estuviera caminando velozmente, destacaría entre los clientes de Cuero & Encaje. Su remilgado traje negro era una monstruosidad entre las blusas relucientes, vaqueros ajustados y vestidos bonitos.


Tan sencilla. Tan aburrida.


Normalmente, eso no le molestaba, pero esta noche, sentía como si todas sus emociones estuvieran en el exterior, cubriendo su piel en lugar de estar perfectamente escondidas.


Una mano la agarró mientras rodeaba un grupo de pequeñas mesas.


Lanzó una mirada de advertencia al infractor, un hombre joven con ojos delineados. Él simplemente se rio y pasó un brazo sobre los hombros de una pequeña pelirroja.


Para Paula, el aire en el club era sofocante, caliente y pesado con el aroma de perfume, colonia, y licor. Se disparó por la puerta principal, jadeando por el aire fresco de la noche mientras éste se apoderaba de su enrojecida piel.


Estúpida. Fue tan increíblemente estúpida yendo hasta allí,
pensando que Pedro en realidad aceptaría ayudarla. Su cruda declaración de querer tener sexo con ella no era nada más que probablemente un intento para hacerla enojar.


Lo había logrado.


Aunque las cosas habían funcionado espléndidamente para Patricio y Barbara, los había chantajeado. Era dudoso que alguno de los hermanos o amigos de Patricio se sintieran cálidos y difusos cuando se trataba de ella.


Pero sólo había estado haciendo su trabajo. Eso es lo que se decía a sí misma mientras se apresuraba por la acera, pasando los exteriores de los viejos almacenes rociado de grafitis.


¿Qué iba a hacer ahora?


Te veré esta noche.


Su mente práctica encajaba otra vez, tomando el control. 


Estaba por su cuenta, algo a lo que se había acostumbrado en sus veintiséis años.


Realmente sólo puedes contar contigo mismo, era trillado pero cierto. Así que tenía que averiguar quién era el responsable de acecharla desde el otro lado del país, y también debía conseguir un arma. Luego necesitaba saber
cómo usarla, porque honestamente, no tenía ni idea siquiera de cómo quitar el seguro y…


Doblando la esquina, se estremeció al darse cuenta de que dos de las farolas aéreas estaban ahora apagadas y el repleto aparcamiento no era más que descomunales sombras amenazantes y una cloaca de asalto potencial y agresión.


Genial. Que le robaran y la apuñalaran sería la guinda del jodido pastel.


Sacando las llaves del coche de su bolsillo, las enroscó entre sus dedos y mantuvo los ojos bien abiertos por cualquier movimiento sospechoso. Aceleró el paso, centrándose en la tercera fila de autos donde dejo el suyo.


El estacionamiento más cercano a Cuero & Encaje estaba repleto de coches de lujo de segunda mano. Pasó Audis, Volvos, BMWs, y toda una flota de vehículos extranjeros. 


Paula estaba dispuesta a apostar su culo relativamente plano a que la mitad de los poderosos de la ciudad eran
miembros del club.


Quería hacer toda clase de juicios, pero era el tipo de persona que llaman a las cosas por su nombre. ¿Cómo iba a juzgar cuando había estado dentro de esa habitación con Pedro, imaginándose a sí misma en aquel corsé?


Calor no deseado se desplegó en su vientre, y maldijo en voz baja mientras pasaba entre un Mercedes y una camioneta Infiniti. No iba a pensar en Pedro. No iba a darle a ese hijo de puta una más onza de su…


Paula se detuvo unos metros antes de su Lexus, su aliento
expulsado con fuerza. Se encontraba tan oscuro que no podía estar segura de lo que estaba viendo. Doblando la cintura, parpadeó una vez, pensando que sus ojos estaban jugándole una mala pasada, pero cuando su visión se centró en la parte delantera de su coche, gritó de incredulidad.


El parabrisas había sido roto.


Quedaban bordes irregulares de vidrio, pero todo el centro se había ido, desaparecido por completo. Malvados trozos afilados de vidrio yacían en el tablero.


Su respiración salió superficial mientras se agachaba y abría la puerta del conductor. El vidrio se encontraba por todas partes, en los asientos, y en el piso. Empezó a estirarse dentro pero se detuvo. Tendido en el asiento del copiloto se encontraba un ladrillo. Parecía haber un papel
envuelto alrededor de él, sujeto con una goma elástica.


Por un momento, Paula permaneció completamente congelada. No se movió. La respiración se atascó en su garganta. Lo único que podía hacer era mirar fijamente ese ladrillo, y lo único que se movía era su corazón.


Latía fuertemente en su pecho, enviando adrenalina corriendo por sus venas.


Su mirada se arrastró por el interior y luego se amplió al ver el encendido. Todo el volante fue desgarrado, los alambres expuestos y colgando como pequeñas serpientes rojas y azules.


—Oh, Dios mío —susurró, sacudiendo lentamente la cabeza. No podía creer lo que veía.


La ira se vertió en su pecho, haciendo que su mano se apretara alrededor de las llaves hasta que el metal se clavó en la carne. Alguien le hizo esto a su coche, a su propiedad. 


De ninguna manera iba a creer que aquello era una coincidencia. Tenía que ser el idiota detrás de las cartas,
y...


Miedo helado siguió los pasos de su furia. Su respiración salió en una exhalación entrecortada. La persona que lo hizo esto aún podría estar allí, esperando y observando. Oh, Dios mío. El corazón le saltó en el pecho dolorosamente. 


Retrocedió lejos de la puerta del coche, mientras
escudriñaba la oscuridad delante de ella.


Tragó, pero el nudo de miedo lo hizo difícil. Estaba aquí, sola, y si alguien quería…


Una pesada mano cayó sobre su hombro.

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